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Mostrando entradas de 2013

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo 2014

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L as huellas se adormecen con la escarcha de los caminos. Duerme el sol a media tarde y los días bostezan melancolía, viendo la nieve caer detrás de la ventana. Fuego en el hogar y cuentos a la luz de la chimenea. Timbres que suenan, puertas que se abren y niños cantando villancicos al compás de zambombas y panderetas. De las dos caras de Jano , una comienza a bostezar: sueños blancos detrás de la Jauna Infernii , más allá de cuya puerta, el solsticio de invierno se abre a un nuevo pesebre de Belén. El tiempo se detiene. Por unos días, se detienen también el mazo y el escoplo. La búsqueda cesa y un sentimiento de paz invade la tierra. A migos, son vísperas de Navidad. Y como viene siendo costumbre, quiero aprovechar la ocasión, no sólo para dejarme embriagar por la nostalgia y un merecido dolce far niente , sino también para desearos una muy Feliz Navidad y que el año entrante nos depare a todos cuando menos salud y trabajo. Y si además viene cargado con multitud de sorprendentes

Parecidos razonables: colores de otoño, colores románicos

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N o hay mayor Maestro ni mejor Modelo que la propia Naturaleza. Este es un sencillo axioma, que ya el hombre pareció intuir desde el alba de los tiempos, en esa época cavernaria en la que, por algún chispazo evolutivo, comenzó a sentirse artista; a mezclar pigmentos con sangre animal y reproducir -cuesta creer que a oscuras, pero he aquí otro interesante misterio- aquello que no sólo ensombrecía su aparentemente sencilla psique de primate, sino también, aquello cuanto le rodeaba, animales sobre todo, de los cuales no sólo se alimentaba, sino que a la vez adoraba o cuando menos homenajeaba, aprendiendo, en muchos casos, de sus costumbres y habilidades. Sería impreciso apuntar, o al menos yo no tengo una idea clara, de en qué momento concreto de su infinita historia, el hombre comenzó a copiar los modelos del mayor artista de la Creación. O mejor y más oportunamente dicho: de la mayor artista de la Creación. Una artista, que no es otra que la Naturaleza, a la que desde ese tiempo som

La fascinante belleza de las iglesias de planta hexagonal

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C uando surge el tema de las iglesias de planta hexagonal, y surgen nombres como Santa María de Eunate, el Santo Sepulcro de Torres del Río o la Vera Cruz de Segovia -pocas veces o casi nunca se nombra al magnífico ejemplo que es la ermita de Santiago, situada en la cima del emblemático Monsacro asturiano-, inmediatamente se genera la pregunta y a la vez, la eterna discusión de la autoría: ¿sepulcrista o templaria?. De lo que no parece caber duda, es de que este modelo de iglesias de planta hexagonal u octogonal, dependiendo el caso, es un modelo importado de Oriente, y no son pocos los investigadores e historiadores que ven en ellas un efecto secundario de las Cruzadas; es decir, un modelo importado por los cruzados, basándose en los modelos originales de la Ciudad Santa. P osiblemente, la polémica sobre su consideración como modelo de arquitectura templaria , la iniciara el arquitecto francés Violet-le-Duc quien, en su Diccionario de Arquitectura , esgrimía la hipótesis de que

El fascinante universo simbólico de Noya: Santa María a Nova

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'Viendo Yahveh que era grande la maldad del hombre sobre la tierra, y que todos los designios de su corazón eran siempre perversos, se arrepintió Yahveh de haber hecho al hombre en la tierra, se dolió en su corazón y dijo: "Voy a barrer de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta los animales domésticos, y hasta los reptiles, y las aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho". Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahveh...'. [Génesis, 5, 6] 'Los hijos de Noé salidos del arca fueron Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán. Estos tres fueron los hijos de Noé y a partir de ellos se pobló toda la tierra...'. [Génesis, 8, 18] ¿ Comienza aquí la historia de Noya y buena parte de ese misterio ancestral, consignado en una insólita colección de laudas, que yacen abandonadas con desdén, en su gran mayoría, en el cementerio anexo a la iglesia de Santa María a Nova?. ¿Qué se oculta, en realidad, tras esa abismal Protohisto

Noya: el cementerio de los símbolos olvidados

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'Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados...' [Carlos Ruiz Zafón (1)]   D udo mucho que cuando Carlos Ruiz Zafón pensó en su Cementerio de los Libros Olvidados, imaginase que quizás, sólo digo quizás, ese cementerio existiera en realidad. O quizás, no. Quizás -en el fondo, todo se reduce a una simplificada cuestión de incertidumbres-, una idea tan brillante le fuera románticamente sugerida por un cementerio, cuando menos tan peculiar como el de Noya. Un cementerio mágico -como la dulce tristeza de Rosalía de Castro-, en cuyos muros se apilan, como si fueran cartón viejo destinado a ser recogido y reciclado en un insulso producto nuevo, docenas de fabulosos libros de piedra, cuyo enigmático mensaje, no hay maestro en actualidad que sepa descifrar. Son auténticos, genuinos libros de piedra, escritos en el lenguaje de los sueños -puede que, después de todo, éste no sea otro que el incomprensi

Canteros de Compostela

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C ompostela, uno de los principales Axis Mundi de la peregrinación. Un microcosmos del Espíritu, nacido en lo más impenetrable y oculto de una tierra consagrada en cuerpo y alma al misterio. Un misterio, envuelto diariamente en unas brumas que, cual levitas y comparativamente hablando, custodian con celo el acceso al sancta santorum de su templo inmemorial. Un templo éste, que fuera en sus orígenes una infinidad de Jakines y Boaces de sólido lustre, cuyos pilares estaban profundamente arraigados en una tierra donde el lobo, compañero inseparable de poderosos dioses celtas, aullaba lastimeramente a la luna, quizás presintiendo ese cambio de ciclo que se acercaba inexorable a las costas de Galicia, llevando como ajuar funerario y futura herencia no sólo los dispendios y rigores de una filosofía espiritual que hasta entonces no había conseguido penetrar, al menos de una forma primordial, en el alma del gallego primitivo, sino también la materia prima sobre la que giraría, a escal

Canteros de Portomarín

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A firma una ancestral creencia oriental, que vivimos en Maya; es decir, en el Mundo de la Ilusión. Un mundo, evidentemente alejado del Espíritu, donde nada es lo que parece, y sin embargo, ilusión y realidad se conjuran en determinadas ocasiones y circunstancias, es probable que para hacernos recordar esa cualidad latente en todo ser humano, la cual parece que estamos perdiendo con las quimeras vanguardistas de un mundo cada día más tecnológico, donde todo parece avocado a anularnos la capacidad de pensar: la capacidad, también, de sorprendernos. Si hay un camino, donde se pone a prueba nuestra capacidad de percepción y donde se activa, sea por necesidad, nuestro instinto, ese es, sin duda, el Camino de las Estrellas. O si se prefiere, el Camino de Santiago. Poco importa cuál sea la ruta o el itinerario elegido, porque la sorpresa, el acicate de la maravilla y la amargura de la ignorancia, nos esperan, como los tres fantasmas navideños del inolvidable cuento de Charles Dickens, en

El paganismo oculto de San Martiño de Mondoñedo

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'Pues si los pergaminos, que con frecuencia devoran las llamas, son los archivos de los grandes, los archivos del pueblo, que nada borra, son sus canciones...'. [Gérard de Séde (1)] D entro de lo que cabe, del pueblo y para el pueblo se podrían considerar, también, esos inconmensurables monumentos pétreos que hunden sus cimientos, en muchos casos, en los albores de los tiempos y que, cual pergaminos eternos, todavía conservan memorias de antiguos episodios, de creencias y sentimientos adoptados por diferentes culturas y transmitidos, de generación en generación, a través de los siglos y la magia de la piedra, amén. Mondoñedo, después de todo, es uno de tales lugares. Un lugar que desborda romanticismo y fantasía, y que una vez conseguido el acceso a su interior (2), pone a prueba, con sus innumerables detalles, la imaginación del observador. De eso trata la presente entrada: de observar e imaginar. Lo verdaderamente apasionante de la interpretación -bajo mi humilde pu

De las suelas de los canteros, a las botas de los peregrinos

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'Considerado como el impulso que empuja a una persona a llevar a cabo determinadas acciones con voluntad, esfuerzo e interés constante, para alcanzar objetivos, la Motivación no es otra cosa  que el "Motor de la Vida". Una fuerza sin la que los humanos estaríamos abocados al constante desánimo, sentimiento de angustia o auto percepción de incapacidad cuando nos enfrentamos a los problemas que van surgiendo a medida que avanzamos en la procura de aquellas metas que nos fijamos a lo largo de nuestras vidas...'. [Alberto Cacharrón Mojón (1)] P or alguna razón, que reside probablemente en lo más oscuro e insondable del inconsciente colectivo, el hombre siempre ha sentido la incierta llamada de lo desconocido, de seguir esa misteriosa voz interior -la misma, quizás, por cuyo imperativo nuestros ancestros dejaron la seguridad de las cavernas- que le impelía a desplazarse, a conocer el entorno en el que vivía, y aún más allá, a explorar el mundo en el que habitaba.

El simbolismo pictórico de Santa Comba de Bande

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L a iglesia visigoda de Santa Comba, hemos de situarla en el concejo orensano de Bande, a unos 25 kilómetros, aproximadamente, de Celonova y a otros tantos de la frontera con Portugal, en un entorno –el valle del río Limia- jalonado de vestigios ancestrales, entre los que figuran dólmenes, castros y restos romanos, en las proximidades del embalse de las Conchas y dentro, así mismo, de ese carismático paralelo 42 en el que, según opinaba Juan García Atienza –autor que dedicó buena parte de su vida a recorrer incansablemente los caminos de esa España mágica y también templaria- se situarían los principales lugares de poder del mundo. Como la práctica totalidad de los templos visigodos que han sobrevivido, más o menos intactos, a nuestros días, en Santa Comba –Santa Columba- también destaca el cubículo central, sobresaliendo como un punto de inflexión que marcaría un eje imaginario sobre el que su planta con forma de cruz griega, es decir, de brazos iguales, extendería su influencia

Fragmentos de Patrimonio: nuestro puzzle histórico

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'Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño...' [Jorge Luis Borges (1)] E n su momento, formaron parte de monasterios, cenobios, iglesias, fortificaciones e incluso palacios y casas civiles de prestigio venidas a menos con el tiempo y sus imprevisibles avatares. En la actualidad, muchas de esas piezas languidecen en solitario, reaprovechadas vulgarmente como relleno, sin orden ni concierto, en las fachadas de las casas de numerosos pueblos. Constituyen, aunque a priori no nos lo parezca, una parte sustancial de una historia perdida, cuya memoria permanece cada día más en el olvido. Muchas de ellas, son el fruto de saqueos ininterrumpidos, como los producidos a mediados del siglo XVIII, cuando la famosa Desamorti

Ninfas y Donas del agua

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E n base a numerosas representaciones y alegorías, que aun de forma dispersa y fragmentada se pueden localizar, se podría afirmar que los canteros medievales, conscientemente o no, fueron no sólo profesionales que cincelaban en piedra unos motivos y una simbología previamente pactada con el mecenas en cuestión –cuya temática, comúnmente, iba encaminada a la evangelización, en lo que bien se podría considerar como el Catecismo pétreo del pueblo-, sino también, custodios y a la vez transmisores de las antiguas tradiciones. Unas tradiciones que, como se veía en la entrada anterior dedicada a unos curiosos personajes conocidos como Hombres Verdes , rendían culto a la Naturaleza y sus múltiples manifestaciones, las cuales constituían, de hecho, la base primordial de un universo cosmogónico y espiritual, cuyos antecedentes antediluvianos se remontaban, cuando menos, a la época paleolítica, periodo en el que las primeras manifestaciones artísticas se consignaban, por lo general, en lo má

Hombres Verdes, Hombres Salvajes

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‘Los hombres del Neolítico no fueron, en absoluto, “hombres mono” primitivos, al igual que los de la alta Edad Media no fueron sólo seres piadosos e ingenuos…’ (1) L a grandiosidad de la Naturaleza, sus fuerzas elementales y su secreta Alquimia. Probablemente sea este el origen de esas misteriosas criaturas con las que los canteros medievales adornaron infinidad de templos y catedrales, cuya visión tanto nos llaman la atención, pues en numerosas ocasiones, solemos encontrárnoslas en los lugares más inverosímiles e insospechados: los denominados Hombres Verdes . Seres, generalmente de aspecto humano y en algunas ocasiones incluso burlón, que surgen de los tupidos escondrijos de un mundo netamente vegetal, testigo y a la vez custodio, de la opulencia, los misterios y las imprevisibles manifestaciones de la primigenia Diosa Madre. Un mundo perdido, metafóricamente hablando, lejano incluso en la memoria, al que también pertenecen otro tipo de seres, aparentemente similares, cuy

Simbología y Heterodoxia en el Arte

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G eneralmente, no les prestamos atención. Entramos en los templos, atraídos por la magnificencia de unos estilos artísticos –el románico y el gótico, sobre todo, que por algo abundan en nuestra geografía- que nos motivan a buscar la estética artística en edificios que fueron promovidos y construidos hace cientos de años, por una mayoritaria explosión de Fe. Pero lejos de mover sólo montañas –como aquéllas que desmocharon los canteros a golpe de maza y escoplo para dar vida a la piedra en bruto-, la Fe es un paradigma existencial que se nutre de unos juicios y de unos valores, no siempre predispuestos a aceptar lo literal promulgado por la Palabra de la Ecclessia de Roma como única, real y verdadera exclusa que encamina los navíos del espíritu hacia el puerto de la Divinidad. Esto era algo que sabían esos canteros medievales que tan misteriosos nos parecen hoy en día; los mismos que, en un alarde de humildad, anteponían la Obra al Nombre y abonaban la tierra con el estiércol de su