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Mostrando entradas de 2014

Wamba: Cábala y Simbolismo

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U no de los lugares, sin duda más apasionantes, más desconcertantes y más variopintos en cuanto a historia y a la conjunción de diferentes modos de aplicar la Geometría Sagrada y su simbolismo asociado, no es otro que lo que el tiempo y la acción destructiva e impremeditada de los hombres, han dejado como residuo sobreviviente de lo que antaño fuera el importante monasterio de Santa María de Wamba, situado en los impresionantes Montes Torozos vallisoletanos. De la acción de los canteros, y aun a pesar de los pesares, conserva numerosas referencias que, independientemente de su prosaico estado de conservación –por ejemplo, las pinturas de probable origen visigodo de su ábside o cabecera-, todavía ofrecen encomiables detalles, cuando menos para ejercer ese derecho a la especulación, que al fin y al cabo, a todos nos asiste. S ituada en el camino de Robledillo –la alusión a uno de los árboles más sagrados de la mitología celta, puede resultar algo más que casual-, Wamba, la antigua

Nuestras Señoras del Misterio

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E l tiempo, los hombres y el olvido destruyeron sus santuarios. En ocasiones, la tierra, de alguna manera imitando a esa mar que, según los marineros, termina devolviendo parte de todo lo que se traga, tiene un acto de voluntaria piedad y abre pequeños surcos en su carne, donde, a la luz de ese mismo sol que ilumina el mundo desde el alba de los tiempos, sorprende al hombre moderno con la tesitura de los antiguos misterios. Observándolas, aun a la luz mortecina que se cuela a través de las urnas de vidrio que en ocasiones las contienen, la mirada ausente de su hierática apostura, nos hace un guiño de complicidad. Son extrañas, pero a la vez, son también familiares, pues a pesar de todo, de los cambios de culto, de esas telas domingueras que ocultan sus auténticas bellezas, continúan escuchando, siglo tras siglo, milenio tras milenio, las eternas súplicas de los hombres. Como hacían antiguamente, a veces se presentan ellas mismas: Isis, para Plutarco, Tanith para los honderos de las

La voz perdida de Iberia

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I beria y su voz. Una voz apagada, perdida irremisiblemente en frías salas de museo, una vez mutilada su lengua de ese lugar de origen donde su susurro acariciaba las soledades del pastor trashumante, que llevaba los antiguos símbolos al abrigo del corazón, bien protegidos en el calor de su pelliza de lana de oveja, transmitiéndolos oralmente de generación en generación; en innumerables ocasiones, ahogada definitivamente por ese sicario sin escrúpulos al servicio de la especulación urbanística llamado hormigón, que vuelve a inundar la tierra, condenando al universo de la imaginación los viejos mitos atlantes y tartésicos que nunca más verán la luz, destruido para siempre el soporte que les daba un hálito de vida; rea a cadena perpetua en los calabozos insondables de la maldita burocracia; mal interpretada, nunca comprendida y siempre a merced de los convencionalismos científicos. Y sin embargo, si lo analizamos fríamente, veremos que de su voz malherida, de su lengua olvidada o q

Los Lenguajes del Silencio. Petroglifos de Pontevedra: Amoedo

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P ara poner fin, al menos momentáneamente a esta breve incursión por el fascinante mundo de los petroglifos pontevedreses, nos acercamos a las inmediaciones de Redondela, en pleno Camino de Santiago portugués –no sin hacer mención a su bonito puerto de Cesantes y a la isla de San Simón, con su leprosería y cárcel en la posguerra-, y al pueblo de Amoedo, a cuya salida, y a breves metros de la gasolinera, parte un camino rural a la derecha, que se adentra en el monte. No bien se entra en él, se observa, a la izquierda, un crucero de piedra, que si bien no parece ser muy antiguo, sí confirma, cuando menos, la continuidad de las primeras cristianizaciones, de las que quedan constancia, como se constatará más adelante con las cruces grabadas en la piedra, que distorsionan algunos petroglifos. A menos de una docena de metros más delante del crucero, también en el margen izquierdo por delante del crucero, aunque prácticamente oculto por la vegetación, se aprecia un pequeño edificio que,

Petroglifos, también una cuestión de percepción

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(Fotografía 1) N o es cuestión ni pretensión de sentar cátedra, ni hay, tampoco, un empeño intencionado de levantar polémicas donde posiblemente no las haya. Pero sí puede resultar oportuno poner de manifiesto lo frágil que en ocasiones puede resultarnos ese maravilloso sentido que es la vista y de qué manera, según la perspectiva de nuestra mirada, la información transmitida a nuestro cerebro puede ser errónea o estar fatalmente distorsionada. Una buena ocasión que tuve para comprobarlo, fue precisamente aquí, en este interesantísimo complejo arqueológico de Touron. (Fotografía 2) B ien es cierto, que cuando uno llega al lugar, los primeros petroglifos que se tienen la oportunidad de observar apenas se comienza la visita, son aquellos que, para más señas, se localizan en una roca situada en las proximidades de la caseta de información, al principio, podríamos decir, del sendero delimitado que recorre el circuito principal. La roca en cuestión, tiene forma, comparativame

Los lenguajes del silencio. Petróglifos de Pontevedra: Touron

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O tro importante yacimiento arqueológico, con especial profusión de petroglifos, se localiza en el Concejo de Ponte Caldelas. Concretamente, en el pueblecito de Touron, que además cuenta con una parroquial dedicada a la figura de Santa María, que aunque muy atacada por las numerosas reformas realizadas sobre todo en el periodo comprendido entre los siglos XVII y XVIII, aún conserva algunos rastros de su primigenia cuna románica -como por ejemplo, su portada oeste- y con su presencia señala, además, la cristianización de un entorno que todavía mantenía, previsiblemente, su estatus sagrado anterior. De similares dimensiones y características que el yacimiento arqueológico de Campo Lameiro, los antiguos habitantes del lugar también dejaron consignada su expresividad anímico-espiritual en el eterno vehículo de la roca.   S i bien existe una notable diferencia entre la forma de explotar las posibilidades temáticas de uno y otro yacimiento, no se evidencia apenas variación alguna en

Los Lenguajes del Silencio. Petróglifos de Pontevedra: Campo Lameiro

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S in duda, tenemos en este sorprendente lugar, no sólo uno de los mayores yacimientos de petroglifos de toda la comunidad de Pontevedra, sino además, uno de los pocos Centros Arqueológicos destinados a salvaguardar esta rica herencia cultural, que mantienen sus puertas abiertas al público y donde no resulta difícil encontrarse con profesores de secundaria que acompañan a sus alumnos a clases eminentemente prácticas, donde se les muestra una parte de la forma de vida, las costumbres y el espíritu que animaba a aquéllos pueblos protohistóricos, que en buena ley podrían considerarse como sus más remotos antepasados. Se accede a Campo Lameiro, por la carretera general 541, precisamente aquella que conecta Pontevedra con Carballino y Orense -capital de la vecina provincia de idéntico nombre, de la que dista ochenta y tres kilómetros-, y por la que el buscador de singularidades, puede acceder a lugares donde se constata -sea documental o tradicionalmente-, la presencia de una orden medie

Los Lenguajes del Silencio. Petróglifos de Pontevedra: Mogor

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H ay algo arcano, misterioso y terriblemente impenetrable en éstas tempranas manifestaciones socio-culturales, que en el fondo constituyen ese universo, primitivo, cuando no oscuramente primigenio, que son los petroglifos. No se trata, en absoluto, de manifestaciones esporádicas, ni tampoco puede ninguna de nuestras provincias, arrogarse el privilegio de ser la cuna de un modo de expresión que todavía, milenios después de la extinción de sus anónimos autores, continúa oculto detrás de esa hermética protohistoria, a la que los arqueólogos parecen tener vértigo y a la que los teósofos, de una manera netamente romántica, se referían como el hipotético e impenetrable Velo de Isis .   G alicia, no obstante y a pesar de éstas consideraciones, puede que sea, en cuanto a la materia a la que nos estamos refiriendo, si no la mayor, desde luego que sí una de las provincias más prolíficas en tales referencias. Y si bien el ámbito de existencia de ésta críptica simbología se extiende sin ex

Montserrat: una Magister Muri llamada Gaia

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'No es el martillo el que deja perfectos los guijarros, sino el agua con su danza y su canción'. [Rabindranath Tagore]   A lguien, muy acertadamente, rescató para el visitante esta frase del genial poeta hindú, Rabindranath Tagore, para describir y recordarle, allá, en los mágicos laberintos naturales del Monasterio de Piedra, que cuevas, cascadas y jardines conforman un perfecto ejemplo de lo que en lejanos países orientales, como Japón, denominan suiseki o arte de las piedras. En definitiva: arte creado por la Naturaleza. Un arte que, si bien ellos importaron de China hacia el siglo V, lleva desarrollándose sobre la faz del planeta desde que el mundo es mundo, pareciendo tener una fuerza y una magnitud sobresalientes, en lugares muy determinados, los cuales siempre han destacada por sus especiales características, actuando sobre la imaginación del hombre, como imanes difíciles de eludir. Uno de tales lugares, fuera de toda duda, es la montaña -y añado el calificati

Marcas de cantería en la iglesia más antigua de Sepúlveda

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C horros de sangre corren por las venas de su historia, pero también infinitos enigmas de difícil solución. Vista en la distancia, Sepúlveda es, comparativamente hablando, como esa fabulosa montaña de las tradiciones árabes, el Khaf , en cuya superficie habita el fabuloso pájaro Roc , pero en cuyas entrañas sobreviven, indolentes al paso tiempo, tesoros perdidos en la noche de los tiempos. Celtas y romanos, árabes y cristianos dejaron sus huellas en una inequívoca confluencia que, aunque a menor escala, hacen de esta ciudad una pequeña toletum enclavada en pleno corazón de Castilla. Basta echar un vistazo a sus calles estrechas, cargadas de símbolos y recuerdos, a su transformada judería, apenas reconocible por las nuevas construcciones y a sus milenarias tradiciones, para comprender que hubo un tiempo en el que el Conocimiento circulaba a su libre albedrío entre las distintas gentes del Libro. De su prosperidad medieval, dan cumplido testimonio los restos de las murallas que la c

Santo Estevo de Ribas de Sil: Geometrías Mágicas en un monasterio de la Ribeira Sacra

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S e suponen los orígenes de este monasteriode Santo Estevo  en los brumosos tiempos de un siglo X, en los que la Península Ibérica estaba prácticamente sometida al control total del invasor agareno, tras el descalabro del ejército visigodo del rey Rodrigo en la célebre batalla del Guadalete, acaecida en el año 711. Época, en la que de alguna manera, proliferaba el eremitismo –generalmente, como un medio aceptado de acercarse a Dios en la meditación, la soledad y la pobreza, refugiándose en la matriz de la tierra, que en algunos casos, servía también para escapar de las continuas razzias de los musulmanes-, no es de extrañar que un monje, de nombre Franquila, decidiera, con la inestimable colaboración del rey Ordoño II, reagruparse en comunidad, adoptando una forma de vida monacal, basada en la Regla de San Benito o San Vieito, como se le recuerda por estas tierras. Tal es así, que considerado como el primer Abad de este monasterio de Santo Estevo, aparezca   su nombre consignado

Marcas de cantería en las murallas medievales de Allariz

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D e esos ejemplos que demuestran que los canteros medievales dejaban su firma particular en prácticamente todas las obras en las que trabajaban y como complemento a aquellas que abundan en los castillos de Castro Caldelas y Maceda, tenemos otra notable prueba en los restos de las antiguas murallas que cercaban y protegían a la ciudad de Allariz. Éstas, en concreto, se localizan en las cercanías de la calle de la Horta y la antigua iglesia de San Pedro, que tan sólo conserva una portada de su antigua fábrica románica, en cuyos capiteles se puede adivinar, una mano similar a la que trabajó también en Zamora, curiosamente y sobre todo, en la iglesia que lleva por nombre Santa María de la Horta, lugar donde hasta tiempos relativamente recientes, se conservó el archivo general de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en la provincia. -

Castillo de Castro Caldelas: Taus y marcas de cantería

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A escasos kilómetros del embarcadero de Abeleda y del monasterio venido a menos de San Paio , del que se habló en parte en la entrada anterior, se levanta la hermosa villa de Castro Caldelas. En ella, dominando el pueblo desde lo más alto de su casco histórico –seguramente, en el mismo emplazamiento donde en tiempos se levantara, con toda probabilidad un poblado o castro de origen celtíbero del que heredó el nombre-, se vislumbran, también en parte remodeladas y convertidas sus dependencias interiores en un pequeño parque temático, las antiguas murallas de su histórico castillo. O mejor aún, empleando un término más acorde y apropiado a estas tierras de leyenda, bruma y tradición: su Castelo. C edido en usufructo por la Casa de Alba al Ayuntamiento en el año 1991 –pasó a manos de esta poderosa familia a finales del siglo XVIII, cuando el entonces Conde de Lemos falleció sin tener descendencia-, el Castelo de Castro Caldelas guarda en su longeva memoria numerosos secretos

Marcas de cantería en un monasterio en ruinas: San Paio de Abeleda

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D e mi última estancia en tierras gallegas, acaecida a principios del pasado mes de septiembre, recuerdo con especial interés, la visita realizada al monasterio venido a menos de San Paio de Abeleda, situado en la Ribeira Sacra -o mejor dicho, si hemos de ser mínimamente rigurosos con la denominación medieval, la Rovoyra Sacrata -, a escasos kilómetros de distancia de la no menos interesante población de Castro Caldelas, a la que habremos de acudir en breve, si queremos seguir la pista de las hermandades de canteros que levantaron no sólo los cimientos espirituales de Occidente con su impecable destreza y buen hacer, sino que también, como veremos, dejaron su misteriosa impronta en numerosos edificios de carácter militar, y así mismo, por añadidura, en numerosos exponentes de la arquitectura civil. N o es cuestión de juzgar aquí los pormenores que han llevado a este venerable cenobio a convertirse en una ruina, aunque sí es conveniente y a la vez justo, especificar que de no habe